
Pensamiento crítico ausente, redes sociales presentes: psicología de una radicalización
Opinión03/11/2025
Redacción El Caudillo


Por Rodolfo Ceballos (*)


Otra vez la salud mental de los adolescentes con rabia e ideación suicida, vuelven a ser noticia. El FBI detectó por las redes sociales que habría un atentado en una escuela y descubrió que el presunto autor era un joven de 16 años, de Caballito.
Enterada la Policía Federal detuvo al adolescente que iba a protagonizar la masacre. Allanó su domicilio y encontró un arsenal de armas e, inclusive, un plan escrito que describe el atentado y posterior suicidio del tirador.
Esta es una de las noticias truculentas que informan sobre el grado de violencia extrema de algunos adolescentes. En este caso, la persona fue influenciada por ideologías extremistas y glorificación de la violencia en redes sociales.
Sin dudas, la salud mental del adolescente es vulnerable ya que puede hacer un doble atentado: contra su escuela y con sí mismo, quitándose la vida.
Sus vulnerabilidades no tan solo son psíquicas, también sociales y tecnológicas que facilitan la captación por discursos extremistas y violentos, especialmente cuando estos ofrecen identidad, pertenencia y sentido frente a experiencias de exclusión o vacío.
Los tiradores de escuelas, según los casos conocidos y estudiados por los investigadores, muestran un patrón común: el escaso pensamiento crítico. Es por eso que lo copan fácilmente los discursos extremistas al ofrecer respuestas simples a preguntas complejas. Esa fórmula es “mágica” para algunos jóvenes. Les permite aceptar la incertidumbre existencial que tiene la adolescencia al buscar una identidad y grupos de personas o objetos que la representen. La ideología no solo les explica el mundo, sino también lo justifican a ellos y les hace ver cómo están parados frente a ese mundo.
Uno de los dolores psíquicos de la adolescencia, es la necesidad de pertenecer a una causa. Hay casos que esta necesidad solo se satisface con el sentido de grupo, es decir cuando funciona el “nosotros contra ellos”. Los adolescentes con estas características son beligerantes y su identidad para por el reconocimiento de que no están excluidos ya que el “combate” cruel y violento que libran contra las instituciones les muestra un falso coraje y que no están solos ni marginados.
La psicología clínica de la adolescencia previene que la baja autoestima, el trauma, el bullying o la falta de contención familiar pueden predisponer a los chicos a buscar refugio en ideologías que prometen poder, pureza o redención.
¿Y por qué, generalmente los tiradores jóvenes, atacan a su escuela?
Para ellos la escuela, no es solo un lugar físico: se convierte en el símbolo de una estructura que el adolescente percibe como injusta, excluyente o humillante. El atentado no es solo un acto de violencia, sino una forma extrema de comunicar desesperación, ira y deseo de ser reconocido. El suicidio asociado a estos actos suele expresar una vivencia de aniquilación subjetiva previa: el tirador se siente “muerto en vida” antes de actuar.
La complejidad mental del chico de Caballito lo ponen en una situación límite frente a la ley, a su familia y ante su misma vida. Quiso usar a la escuela como un blanco simbólico de todo lo que el adolescente cree que está mal en su existencia y en el mundo.
El chico en su casa tenía armas con inscripciones de los nombres de otros tiradores que produjeron dolorosas masacres de escolares, lo que lleva a pensar que glorifica las armas, los símbolos de poder como los nazis grabados en sus fusiles y también admira a los discursos de odio, generalmente que hacen resonancia en las redes sociales.
Este adolescente llegó a la radicalización antisistema por la vía de la ideología extrema, por la resonancia del odio en las redes sociales y por su vulnerabilidad personal que no le dejó intacto un pensamiento crítico como defensa ante el dolor de existir.


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