La sombra del narco y la brutalidad en crímenes que atraviesan el País

Opinión01/10/2025Redacción El CaudilloRedacción El Caudillo
Opinión - Julio Palavecino (5)

El triple homicidio de Florencio Varela es un recordatorio escalofriante de la espiral de violencia que azota a la sociedad argentina, revelando la intrusión de dinámicas criminales propias del narcotráfico con una saña inusitada o justificada por ellos. La hipótesis más firme de una “venganza narco”, más conocida con la frase “ajuste de cuentas”, junto a la naturaleza de las lesiones, torturas previas, ensañamiento y desmembramiento, sumado a la posible transmisión en vivo del crimen, marca un punto de inflexión aterrador en la criminalidad organizada y transnacional. Este hecho no solo conmociona por el asesinato en sí de tres jóvenes (Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez), sino por exponer cómo la vida humana se convierte en un mensaje de advertencia dentro de las lógicas del crimen, a menudo utilizando a mujeres como eslabón más débil y como objeto de la más extrema violencia.

Paralelismo con Casos de Crímenes Violentos en Salta

Aunque las distancias geográficas son enormes, y las circunstancias particulares de cada caso son únicas, es posible trazar un doloroso paralelismo entre la extrema violencia de Florencio Varela y ciertos crímenes resonantes ocurridos en la provincia de Salta. Los puntos de contacto radican en la brutalidad, el impacto social, la vulnerabilidad de las víctimas y, en algunos casos, la posible conexión con redes criminales (aunque no siempre directamente narco en la misma dimensión).

El caso de Varela, con la dimensión del narcoterrorismo y su “propaganda del terror” mediante la transmisión del hecho (una práctica más asociada a cárteles), destaca la actividad de células como el Tren de Aragua, subrayando una posible escalada en el modus operandi del crimen en el país.

El eco de esta brutalidad resuena en Salta y en toda Argentina, donde la impunidad percibida y la violencia desmedida no solo contra mujeres, junto con la sombra de las redes criminales organizadas, como el caso de Darío Monges, evidencian la brutalidad que da la pauta de una firma criminal. Esto, sin duda, envía un mensaje —ya sea de narcotráfico o de otra índole— que obliga a una reflexión profunda sobre la seguridad, la prevención y la necesidad urgente de fortalecer las estructuras de investigación criminal y justicia, para que la vida no se reduzca a una moneda de cambio en las guerras del delito. Es imperativo que el Estado reaccione con firmeza para desarticular estas redes y garantizar que estos actos de terror no se normalicen.

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