Dudas, contradicciones y el foco puesto en la pareja de la guardiacárcel fallecida

La muerte de Silvina Vela, una guardiacárcel del Servicio Penitenciario Provincial, abrió este domingo un caso lleno de interrogantes que su familia no está dispuesta a dejar pasar. La mujer apareció colgada de un árbol en las afueras de La Merced, en el segundo acceso al barrio Santa María, con su auto estacionado cerca, una puerta abierta y la música a todo volumen. Un cuadro que, lejos de despejar dudas, las multiplica.

Silvina tenía 38 años, vivía en Salta capital junto a su hijo y trabajaba con estabilidad en la Alcaidía General N°1. El sábado por la noche había asistido a una reunión en un domicilio de barrio Limache junto a su pareja y otras personas. Allí, según los presentes, hubo consumo de bebidas y posiblemente otras sustancias.

De acuerdo con los relatos, Silvina decidió retirarse alrededor de las 5 de la mañana para descansar antes de su turno laboral, previsto para las 7. Pero desde ese punto, los testimonios dejan más sombras que certezas. Algunos aseguran que la mujer no había bebido demasiado. Su pareja, en cambio, afirma que estaba ebria y molesta al momento de irse. Lo extraño es que habría salido sin su celular, sin documentos, sin dinero y sin su carnet de conducir: decisiones que su familia considera incompatibles con su manera de ser y con su responsabilidad habitual.

A las 8 de la mañana, su pareja realizó un llamado al 911 para denunciar que no sabía de su paradero. Cerca de las 9:30, un vecino encontró a Silvina sin vida, con los pies tocando el suelo y el auto a pocos metros. El Servicio Penitenciario ya había activado un operativo de búsqueda.

La autopsia del Cuerpo de Investigaciones Fiscales determinó que la causa de muerte fue asfixia por ahorcamiento, ocurrida en las primeras horas del domingo. Sin embargo, trascendió que el cuerpo presentaba algunas marcas compatibles con golpes, un dato aún bajo análisis.

La familia pudo retirar el cuerpo recién anoche, tras la autorización judicial. Mientras tanto, las inconsistencias alrededor del caso continúan creciendo. Uno de los puntos más sensibles son los mensajes en el celular de Silvina. El teléfono quedó en el domicilio donde se realizó la reunión, pero registra comunicaciones enviadas después de las 5 de la mañana, cuando ella ya no estaba allí. Para sus allegados, es imposible que esos mensajes hayan sido enviados por ella.

A todo esto se suma el dato de que una cámara privada registró el ingreso del auto de Silvina al barrio alrededor de las 8, así como la presencia de personas saliendo a pie minutos después. Para la familia, esos registros son una pieza clave que debe analizarse con extrema rigurosidad.

En una provincia donde varias muertes dudosas terminaron archivadas sin explicaciones convincentes, los familiares de esta trabajadora penitenciaria insisten en que el caso debe investigarse a fondo. Las contradicciones, los movimientos extraños y la ausencia de elementos personales al momento de su desaparición hacen imposible aceptar, por ahora, que todo se reduzca a un suicidio.